Ayer me personé en la Plaza Catalunya. No lo hice por solidaridad, si no por curiosidad. No es que no esté de acuerdo en juntar fuerzas para aplacar la avaricia de los poderosos, lo estoy totalmente y me ilusiona que por fin la ciudadanía despierte. Pero cuando se lleva tanto tiempo boqueando aquí y allá, una ya no siente la necesidad de gritar en grupo porque ya ha aprendido a hacerlo sola. Seducida, sin embargo, por el enorme eco de la acampada en la Red, cosa que he ayudado a promover en mi modesta medida, bajé el glamuroso Passeig de Gràcia a pie y me asomé a Catalunya con la esperanza de encontrar algo excitante.
La Plaza estaba abarrotá. Pero enseguida tuve una sensación de deja-vu, unida al desagradable nerviosismo que me ataca cuando me encuentro en medio de cualquier aglomeración de humanos, no puedo soportar las multitudes. La Plaza estaba a rebosar de personas de todas las edades, tipologías y guardarropas, aunque la tendencia estética mayoritaria, tengo que decirlo, estaba más cerca de trentañeros de ambos sexos de raza blanca con vestuario más o menos pijikumba. La decoración manufacturada tenía su gracia, más que nada por la aparición de pancartas ci-fi, desde una de corte místico que abogaba por la Nación Humana hasta otras que proponían Resetear el Sistema, que tanto gustaron a mi amigo Ángel. Y la mejor noticia fue la ausencia total de camisetas y banderas impresas con el careto del manoseado Ernesto Che Guevara o con los logos de las tendencias políticas habituales en los follones callejeros, las de sindicatos, etc. Felicitaciones a los grupos independentistas que, con elegancia, supieron ceder protagonismo, algo realmente extraordinario, al sentir general de protesta por encima de sus intereses. Y esa es toda la novedad que presencié.
A partir de ahí, todo muy retro y setentero, y con orgullo, oiga. En los actos del día, a los que no asistí porque estaba currando, los mismos tipos que suelen hablar en las manis y encuentros "alternativos", personajes a los que, además, ya entrevisté en mis tiempos de radio libre y cuyo discurso, que es muy interesante, no me entiendan mal, está carente de entusiasmo terrícola y futurista, que es lo que yo busco. Los profes de universidad me la rempaminflan bastante. Lo cual no quiere decir que no tengan algo majo que aportar, como cualquier ser humano que haya dedicado parte de su tiempo a reflexionar sobre la estructura de la sociedad. Pero, no sé, todo muy Mayo del 68, muy pasadista. Sigamos.
Las dos únicas anécdotas a remarcar, por lo menos antes de que decidiera coger el portante hacia mi casa:
- La Plaza Catalunya es una zona enorme flanqueada por edificios altos e imperiales coronados por grandes letreros brillantes de marcas registradas: El Corte Inglés, Fnac, BBVA, La Caixa...Uno de esos edificios, vacío y recientemente okupado ahora no recuerdo por qué causa y luego desalojado por las fuerzas policiales, está actualmente tapado por una gran valla publicitaria de una marca de coche, un anuncio que protagoniza un tierno bebé de gorila, creo. Me pareció graciosa la metáfora, toda esa plaza llenita de humanos y ese primate mirándonos desde lo alto. De repente, esa valla publicitaria fue secuestrada por unas personas vestidas de negro, que la agujerearon desde atrás, justo recortando la carita del mono, para destapar una pintada en la fachada que rezaba: "Su democracia es nuestra muerte"...o algo así, es que las letras eran pequeñas, . Hubo un momento de acojone. Yo ya estaba acojonada porque no dejaban de venirme pensamientos de muerte en avalancha (¿he dicho ya que no soporto las aglomeraciones?) Hubo silencio, y comentarios sueltos de protesta, incluso una kumba pilló el megáfono y con voz melíflua lanzó unos grititos a favor de la democracia. Por lo visto no hizo mucha gracia esa acción, supongo que las dos megabengalas que adornaban el eslógan daban algo de miedito, el fuego es poderoso. Pero yo me pregunto, ¿entonces a qué vienen las caretas de V de Vendetta?...¿o es que nadie ha leído el cómic o ha visto la peli?...tampoco hace falta llegar a esos extremos, pero un poco de acción siempre es estimulante. Al fin y al cabo, la burbuja de Plaza Catalunya está rodeada de símbolos del capitalismo más agresivo, y es puro terrorismo visual.
- Después de una larga cacerolada, de más de una hora de duración, unas personas se apropiaron del megáfono y nos dieron instrucciones. Teníamos que sentarnos, que eso se agradecía, y, ¡Dioses del Olimpo!, hacer una asamblea...Casi vomito...¿era necesario?...Imagino que la gente que ha empezado la acampada proviene de grupúsculos que se organizan así, y han querido, con buena intención, compartirlo con todos los asistentes que han ido espontáneamente uniéndose al evento. Pero no hacía falta, de verdad, gracias. Lo siento, es que varios años de sobredosis asamblearia me han causado rechazo. Aunque pienso que el sistema asambleario y de comisiones (ecs, qué palabra) puede ser de utilidad para organizarse, no es el que yo prefiero, ni el que considero más recomendable como para andar mostrándolo en público. Un asamblea tiene la apariencia de horizontal. En teoría todo el mundo puede opinar, en orden y pidiendo tanda, eso sí, y las decisiones se toman en común. Por lo que se acaba haciendo lo que quiera la mayoría aunque sea una somera estupidez. Sí, así de claro. La dictadura de la mayoría tampoco me mola. A veces la mayoría acierta, y otras muchas la mayoría no es más que una masa de borregos siguiendo la última moda. Además, como en cualquier reunión humana, en la asamblea se montan subgrupos que juchas veces acaparan la toma de decisiones y manipulan al resto y yo me aburro. En cuanto olí la asamblea gigante, me fui corriendo de ahí, a mi casa, a reflexionar solita, como hago siempre.
Volví pues de esta revolución casera que se ha ido contagiando al resto del planeta, cosa que me parece sensacional, con una decepción y una esperanza. Me decepciona la total y absoluta falta de ideas nuevas. Me esperanza que por lo menos la ciudadanía intuya de lejos que algo no funcione y haga alguna cosita.
Pero yo, si me permiten, esta vez me voy a quedar en casa. Apoyo con todas mis fuerzas la unión terrícola frente a la corrupción, las mafias, la avaricia y la opresión de la clase política y la empresarial. Estoy en contra de este sistema económico. Estoy a favor de un planeta mejor repartido, abundancia para cada individuo. Pero me aburre, estética e intelectualmente, el revival de los setenta que está más visto que el TBO y que ya no aporta nada de nada. Si vamos al 68, yo prefiero la Space Age. Pero sigo prefiriendo ir hacia el futuro.Y como en el presente no encuentro soluciones que me parezcan prácticas y lógicas, sigo haciendo lo que siempre he hecho: expresar mi opinión y no entrar en el juego. Ni soy demócrata ni asamblearia, soy un ser humano y me preocupa la justicia y el planeta. Cuando decidan cambiar las cosas de verdad, avísenme y veremos. Gracias.
"...
—Pero... Profesor, ¿cuáles son sus creencias políticas?
—Soy un anarquista racional.
—No conozco esa categoría. Anarquista individualista, anarquista comunista, anarquista cristiano, anarquista filosófico, sindicalista, libertario... todas esas las conozco. ¿Qué es anarquista racional?
—Es el que cree que conceptos tales como «estado», «sociedad» y «gobierno» no tienen existencia salvo como ejemplarización física en los actos de individuos autorresponsables. Cree que es imposible compartir el pecado, atribuir responsabilidades, ya que el pecado y la responsabilidad se producen en el interior de los seres humanos individualizados y en ninguna otra parte. Pero, siendo racional, sabe que no todos los individuos se atienen a sus principios, de modo que trata de vivir perfectamente en un mundo imperfecto... convencido de que su esfuerzo no será perfecto, pero sin dejarse desalentar por ese convencimiento.
—Profesor—dijo Wyoh—, sus palabras suenan bien pero hay algo resbaladizo en ellas. Demasiado poder en manos de individuos... Seguramente que a usted no le gustaría que las bombas H, por ejemplo, fueran controladas por una persona irresponsable.
—Yo creo que una persona es responsable. Siempre. Si existen las bombas H (y sabemos que existen), algún hombre las controla. En términos de moral, no existe lo que se llama «estado». Sólo hombres. Individuos. Cada uno de ellos responsable de sus propios actos.
—¿Alguien necesita otro trago?—pregunté.
Nada acaba más aprisa con el alcohol que una discusión política. Encargué otra botella.
..."
"...
—Profesor, no acabo de entenderle. No insisto en que lo llame usted «gobierno»: lo único que quiero es que exponga qué normas cree necesarias para asegurar una libertad igual para todos.
—Querida señorita, acepto alegremente sus normas.
—¡Pero usted no parece desear ninguna norma!
—Es cierto. Pero aceptaré cualquier norma que usted considere necesaria para su libertad. Yo soy libre, al margen de las normas que me rodean. Si las encuentro soportables, las soporto; si me parecen detestables, las quebranto. Soy libre porque sé que sólo yo soy moralmente responsable de todo lo que haga.
—¿No respetaría usted una ley que la mayoría considerase necesaria?
—Dígame de qué ley se trata, querida, y le diré si la obedeceré.