Yo no voto. Esa es mi táctica. Y me encantaría comprobar qué pasaría si una mayoría absoluta de ciudadanos se negara a participar en esos Juegos Olímpicos de la Democracia, en esa Champions League en la que se enfrentan dos grandes equipos, dos grandes partidos que representan ideas opuestas, en teoría, distintas empresas a la práctica. Pero también tengo curiosidad por el nuevo experimento que se propone: votar a pequeños partidos y prescindir de los dos dinosaurios Izquierda-Derecha. De momento, lo que van a conseguir es que la Derecha acapare los gobiernos y con ellos las políticas económicas en detrimento de las sociales. O sea excatamente lo contrario a lo que se pretende. Las gentes de derechas, ya se sabe, más lentas, menos atrevidas, más anticuadas y puede que hasta más egoístas, tardarán mucho más, si lo hacen, en llegar a conclusiones de corte planetario. Pero los fachas del tipo friki marbellí están en peligro de extinción tanto como los progres del destape. Es una cuestión de velocidades.
En mi humilde opinión de dependientilla y cantantucha nada va a cambiar de manera radical, más bien creo que estamos sufriendo una transformación lenta, empujados por los resultados visibles de la avaricia de unos pocos. Es una era glaciar que acabará con las ideas que ya no sirven. Es natural que algunos gigantes se quejen y coleen, y puede que sus latigazos nos hieran. Pero hay algo que será imparable. Los conociemientos que heredarán las nuevas generaciones aumentarán la lupa con la que miran el mundo.
No creo que ahora vaya a cambiar nada, digo, de manera radical. Lo más probable, y lo más lógico, es que lleguemos a un acuerdo de mínimos bajo los que toda la humanidad pueda vivir. Y eso no es nada nuevo, pero ahora con los medios a nuestro alcance, la manipulación, la mentira, el desvío de atención, se va haciendo cada vez más difícil mantenernos aislados, domesticados y obedientes.
Es a las Empresas a las que debemos orientar la mirada. Y hacia nosotros mimos. Sin clientes no hay mercado. Nosotros somos los que sostenemos el sistema. Una Democracia Real, ahora mismo, significaría saber a qué empresas estamos votando y a qué familiares de quién estamos dando trabajo. Si son empresas relacionadas con el Vaticano, por ejemplo, o pertenecen a tal banco, o se mantienen vendiendo armas de tapadillo o vaya-usted-a-saber qué otros demoníacos chanchullos, y si son empresas contaminantes, cual es el estado de sus cuentas, qué pretenden vendernos para la nueva temporada, etc. Por que eso es exactamente lo que estamos votando a ciegas.
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