"...
—Pero... Profesor, ¿cuáles son sus creencias políticas?
—Soy un anarquista racional.
—No
conozco esa categoría. Anarquista individualista, anarquista
comunista, anarquista cristiano, anarquista filosófico, sindicalista,
libertario... todas esas las conozco. ¿Qué es anarquista racional?
—Es
el que cree que conceptos tales como «estado», «sociedad» y
«gobierno» no tienen existencia salvo como ejemplarización física en los
actos de individuos autorresponsables. Cree que es imposible
compartir el pecado, atribuir responsabilidades, ya que el pecado y la
responsabilidad se producen en el interior de los seres humanos
individualizados y en ninguna otra parte. Pero, siendo racional, sabe
que no todos los individuos se atienen a sus principios, de modo que
trata de vivir perfectamente en un mundo imperfecto... convencido de que
su esfuerzo no será perfecto, pero sin dejarse desalentar por ese
convencimiento.
—Profesor—dijo Wyoh—, sus palabras suenan bien
pero hay algo resbaladizo en ellas. Demasiado poder en manos de
individuos... Seguramente que a usted no le gustaría que las bombas H,
por ejemplo, fueran controladas por una persona irresponsable.
—Yo
creo que una persona es responsable. Siempre. Si existen las bombas H
(y sabemos que existen), algún hombre las controla. En términos de
moral, no existe lo que se llama «estado». Sólo hombres. Individuos.
Cada uno de ellos responsable de sus propios actos.
—¿Alguien necesita otro trago?—pregunté.
Nada acaba más aprisa con el alcohol que una discusión política. Encargué otra botella.
..."
"...
—Profesor,
no acabo de entenderle. No insisto en que lo llame usted «gobierno»:
lo único que quiero es que exponga qué normas cree necesarias para
asegurar una libertad igual para todos.
—Querida señorita, acepto alegremente sus normas.
—¡Pero usted no parece desear ninguna norma!
—Es
cierto. Pero aceptaré cualquier norma que usted considere necesaria
para su libertad. Yo soy libre, al margen de las normas que me rodean.
Si las encuentro soportables, las soporto; si me parecen detestables,
las quebranto. Soy libre porque sé que sólo yo soy moralmente
responsable de todo lo que haga.
—¿No respetaría usted una ley que la mayoría considerase necesaria?
—Dígame de qué ley se trata, querida, y le diré si la obedeceré.
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