En Torrent de l'olla (barrio de Gràcia, Barcelona ciudad perdida) hay un solar.
Allí solía haber un edificio, claro, pero no lo recuerdo. Cuando fue derribado, quedó un cuadrado vacío. Durante las fiestas mayores, ese solar era utilizado como espacio para las fiestas alternativas, clásicas en un barrio tan históricamente reivindicativo. Organizadas por colectivos de corte social y cultural, las jornadas alternativas siempre han buscado su propio lugar en las celebraciones del barrio, como parte activa de él, mediante exposición de stands de promoción de las asociaciones y artesanía y diseño local, así como conciertos y actuaciones para animar la noche. Exactamente igual que el resto de las calles y el tono general de las fiestas (decoración de reciclaje incluida, y de hecho, diría que hasta pionera en este sentido).
Creo las fiestas alternativas en ese solar duraron poco, dos o tres años. El ayuntamiento se apropió del solar y desde entonces es un precioso (y enésimo) campo de juego de petanca para abuelos, cerrado por vallas, y de acceso denegado para los hackers urbanos.
Era eso o un pipicán, supongo. Cualquier cosa menos okupas, anarquistas, y lo que es peor, artistas. Gràcia tiene muchos ejemplos de edificios abandonados, okupados (o sea revividos) y luego reapropiados por el Ayuntamiento para dejarlos, de nuevo, abandonados o, en el mejor de los casos, transformarlos en cosas útiles para la gente de bien: parques para los niños, para los ancianos y para los perros. No fiestas con gente rara haciendo cosas que no salen por la tele, como música, por ejemplo.
Los defensores del civismo dirán que para hacer música ya están los locales (que digo que podrían decirles lo mismo a las bandas de cobles, pobrecicos, que sobreviven a guerras, elecciones, referendums y lo que se les ponga por delante) y yo les respondo que locales, ¡ja!...los bares de la zona, los que quedan, tienen problemas constantes con vecinos y guardia urbana que obligan a volúmenes ridículos que no solamente imposibilitan las actuaciones en directo, si no que ya ni siquiera se puede bailar. Insonorizar supone un gasto que se añade a impuestos y cargas que los locales no pueden asumir. Y los centros cívicos están debidamente catalogados, como todo, y reducen el acceso mediante absurdas restricciones de horario, de edad de uso del espacio y otras triquiñuelas. Así que ya saben, el Ayuntamiento decide con qué edad y cómo debe divertirse. Recueeeerde, niños-cole, adolescentes-centro cívico (o esplai), adulto-casado, con hijos, heterosexual y productivo, viejo-petanca. No salga de ahí, no sea caso que se pierda. Y sobre todo NO BAILE...eh? no baile mucho.
Y así.
Pero es que la cosa va más allá después de los acontecimientos de Can Vies (en Sants) y La Kasa de la Muntanya. Flipé con todo el montaje. Ustedes no porque no se enteran de lo que sucede después de Cuéntame. Pero hay muchas realidades en esta ciudad. A mí me pareció indignante que quisieran colar la campaña mediática contra okupas y anarquistas (lo de indepes no se atrevieron a decirlo) y que la gente siguiera tan cobarde y estúpida como siempre, adorando al mesías de turno y tragándose el meme como verdaderos memos. Eliminada de la ecuación la tríada okupa-anarquista-indepe, sólo queda rezar. O mejor dicho, votar.
E otro día pasé por delante del solar, ahora petanca, camino al trabajo y de la valla tenían colgada una bandera de Guanyem Barcelona (que de lejos parecía de Podemos, lila Milka)
Me pareció curiosa la sucesión de acontecimientos, el orden y los factores de las cosas.
Desterrada la memoria alternativa del solar y sustituida por bonitos ancianos con pensiones de mierda y un industria de la salud diseñada para sacarles el último cuarto, quedan libres los señores y las señoras de votar a las izquierdas. Pero a esas no, eh? a esas no que nos la lían parda.Y además no quieren votos, quieren conciencia. Y ante todo, libertad.
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