En Barcelona, ciudad mutante, libre y musa. Elecciones autonómicas.
Estamos nerviosos. Nos hemos discutido un poco con amigos que opinan distinto a nosotros. Hay una tensión contenida, signo innegable de que estamos vivos. Algo se mueve. La emoción independentista de Catalunya es un hecho. Nos guste o no. A mí me da un poco igual, en el sentido de que España, Catalunya, Europa, no me parecen más que denominaciones fronteriles sin más peso que el de una historia que se remonta a los primeros habitantes de la zona. Ahora se llaman así, mañana se pueden llamar asá. Ayer hablábamos latín mezclado con lo que se hablara aquí, hoy nos tiramos de los pelos por un idioma que mañana se habrá mezclado con otros. Si en el presente, la ola tira para cambiar de bandera, me da lo mismo, porque lo que yo me pregunto es si me gusta la idea de que haya una y sobre todo si es necesario y para qué.
También me planteo la existencia misma del juego democrático tal y como lo conocemos, organizado en círculos concéntricos de agrupaciones dependientes de una más grande. Yo me tomé muy en serio lo de "Ningú no ens representa" por que es verdad. A mí, por lo menos, sólo me represento yo. Es imposible que un grupo de personas bajo un lema me represente del todo. Ni a mí ni a nadie. Pero es mucho más cómodo delegar. Así, a rasgos generales este partido más o menos va a tirar por donde yo quiero. Pues ale. Y no está mal, oiga, no a todo el mundo le tiene que interesar la gestión pública. Hay de todo. Y como hay de todo, sería más justo que cada uno tuviera la oportunidad de tomar partido en aquello que le interese o le afecte. Esto quiere decir que cada uno debería, entonces, tener una opinión propia formada a través de una información lo más completa posible. Supongo que si algún día logramos esto, la representación por delegación ya no será necesaria, ni siquiera apetecible. Se acabaron los programas electorales y los eslóganes publicitarios, usted directamente podría tener acceso a las decisiones sobre lo colectivo. De momento, no es posible. No por que no dispongamos de las herramientas necesarias, si no porque no disponemos aún de los recursos intelectuales y emocionales que lo permitan.
Eso sí, la entrega y la alegría con la que mis conciudadanos se han lanzado a las urnas es enternecedora. Y merecería mejores resultados de los que la matemática de esta democracia va a mostrar. Creo que a través de las redes sociales estamos aprendiendo del diálogo. No comprendo la competencia entre partidos como si estuvieran metiéndose goles. Esos partidos representan, cada uno, a un grueso de la población y en teoría están ahí para escucharse y cooperar, para llegar a acuerdos que convenzan a la totalidad, demostrando su papel representativo y la responsabilidad que esto conlleva. Haciendo trampas y poniéndose zancadillas los unos a los otros, o promoviendo el enfrentamiento de cualquier forma, lo que resulta es un vergonzoso espectáculo. Por ahí preguntan quién ha ganado. Y pienso, ah, pero ¿se trata de un concurso?
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