La primavera en Barcelona, a pesar del buen tiempo, es desde hace unos años una pesadilla para sus habitantes. Empieza a llegar el turismo masivo, enormes hordas de horteras a mansalva, cargados con sus móviles y cámaras, invaden literalmente las aceras con cara de besugo perdido, modales de milenian y el ritmo de una tortuga. Barcelona les abre el...¿mercado de posibilidades?...y prepara para el turismo una selección made in china de todo lo que gusta: Gaudí, el Barça, flamenco-paella-sangría, adidas, nike y lo que haga falta. La Sagrada Familia, de hecho, ya parece un casino de Las Vegas o una bombonera a gran escala sacada del escaparate de un bazar. A esta gran fiesta del esplendor de lo kistch y del ultra agresivo massive pop, da el pistoletazo de salida el festival musical Primavera Sound, luego seguido por el Sónar, que contagia a la ciudad de una inusitada y pasajera melomanía.
Tres o cuatro días de programación tipo lata de sardinas, en las que hay de todo: pop rock, rumba, ebm, folk, world music, y lo que quepa. Un machambrado empachador imposible de consumir, concentrado en tres días de muchedumbre. Un Súper de barrio, en el que se puede elegir entre los productos, dando la impresión de que toda la música está allí, al que el Homo Comprins acude ilusionado, recorriendo distancias considerables entre la multitud para ver escuetos conciertazos (las bandas lo dan todo, pocas veces se tiene ocasión de tocar para tanta gente). Es un momento sorprendente para los músicos locales, que se preguntan donde están esos fans enfervorizados de la música el resto del año.
La cantidad de propuestas ofrecidas por el PS, internacional mixing, es atractiva porque incluye conciertos de artistas que no vuelven a pisar la ciudad, bandas de renombre y otras no tanto, novedades discográficas, un par o tres representaciónes de música local, y asegura eso tan buscado y deseado desde que las redes sociales cambiaron nuestra percepción de la vida: la bendita EXPERIENCE, las elevadas a lo tridimensional EXPERIENCIAS PERSONALES retransmitidas, que se extraen de los espectáculos de Ocio destinados al consumo masivo. Ah, es que la música ya no es expresión o Arte, es consumo, es experiencia del egocéntrico entre el público, que ya se cree crítico y filósofo de tanto darle pávulo a sus twitts.
El Primavera Sound ofrece un menú variado que pueda gustar a todo el mundo (y parece que a todo el mundo le gusta sumergirse entre la multitud y correr de escenario a escenario y hablar con el de al lado, oh my god that's an experience!!), o sea como espectáculo es una Festa Major pero PAGANDO. Pagando la entrada, y pagando el ayuntamiento, o sea, LA CIUDADANÍA. Se paga también por no tener que buscar música por propia iniciativa, que os gusta que os lo den todo bien mascadito y que os digan qué es lo que se lleva. Beep beep. Y es que resulta como poco fascinante, que el momento histórico de mayor acceso a la música sea también el de peor educación al respecto, y en el que menos se cuida la cultura (ya que se priorizan los intereses económicos), por lo que el público (que es, por muy mal gusto que tengan, el receptáculo natural de tanto arte) carece, por lo visto, de las herramientas necesarias para usar el propio criterio en la selección auditiva. Lo tiene más cómodo acudiendo una vez al año al Súper de la Música, seleccionando un par de artículos de los que le han preparado. Demonios, entonces de qué sirve la RED??? A mí me parece estupendo que la pereza gane a la melomanía de primavera-verano, cada cual hace con su vida lo que le da la gana.
Dicho esto espero que la gente sude, se tire del escenario, sangre, se emborrache, la líe parda, se enamore, escuche un tema que le ponga la piel de gallina o le recuerde a algo, baile, cante, se desgañite, se quede afónica, aplauda y disfrute a tope de la experiencia real de un concierto en directo, con buena iluminación, sonido y escenario, que es lo que cualquier músico de rumba, ebm, pop rock normal o lo que sea quiere para sí. Porque sin eso a veces tocar los temas en directo es como si, para que lo entendáis, tú corrieras de escenario en escenario con chinchetas bajo los pies. Y es a lo que el 90% de los músicos locales estamos acostumbrados. A correr con chinchetas en los pies.