jueves, 3 de octubre de 2013

Una mica de tot

Un día húmedo. Calor sofocante. Asomos de frío. Un poco de lluvia. Y ahora, viento. Una mica de tot, escoltim.
Estoy leyendo El Fin de la Infancia, de Arthur C. Clarke, regalo de cumpleaños de un misterioso amigo que cada año me alimenta con libros maravillosos. Qué suerte la mía, ¿eh? 
Recomiendo la lectura de esta obra de ciencia-ficción que, aunque no he terminado, ya sé que me va a regocijar en lo más profundo de mi ser. Si la leen, enseguida entenderán por qué. Tiene mucho que ver con algunas cosas que están sucediendo por estos lares.
Me refiero, como no, a este enfrentamiento real pero de raíces bien falsas, que tiene lugar entre nacionalistas, no-nacionalistas, comunistas, anarquistas, juancarlistas, monárquicos, ateos, y, en general, personas. Insultos, improperios y quejas vuelan entre barricadas de plasma. Y las frases chisposas se suceden en los muros virtuales. Esta representación tan inocente, pues a nadie daña la múltiple manifestación de opiniones, luego toma cuerpo definido en las decisiones colectivas, en las corrientes, las modas, que influyen sobre el devenir. 
Observo que todos estamos convencidísimos de tener la razón. Algunos, probablemente, la tengan. Otros me inclino a pensar que definitivamente no. 
A mí, la verdad, a estas alturas de mi viaje por La Red, la mayoría de opiniones me parecen muy poco interesantes. Y algunas hasta ofensivas. Me gustan muchísimo más las ideas y los pensamientos que los eslóganes de cada cual. Hasta las muy razonables quejas sobre el estado de las cosas empiezan a aburrirme. Es hora de encontrar soluciones. 
Esa gente que negocia por mí, o eso dicen, esos que tienen altos cargos y que se supone que están ahí para gestionar con creatividad, humildad, inteligencia y dedicación los bienes comunes y lo que sea que sostiene este tinglado, no parecen tener muchas de esas cualidades. Y de verdad creo que la masa humana podría influir mucho más de lo que pensamos, con lo que pensamos. Olvídense de castas, razas, clases, el Ser Humano lo que hace es Producir y Consumir. Y todo el mundo puede hacer las dos cosas. Salvo casos extremos que no deberían darse.
Para que eso pueda continuar, y no queda más remedio porque sospecho que SOMOS ASÍ, la cosa tiene que fluir con mucha más soltura. Cabe todo. Todo menos aquello que impida dejarnos hacer lo que sabemos hacer.
Así que rece a quien quiera y donde quiera, sienta si eso es lo que quiere hacer, esté de acuerdo con quién le dé la gana, y cuelgue tooodas las banderitas que le hagan falta. Vote, si cree que así mueve ficha. Hable y diga lo que le dé la gana, cuando y como le apetezca. Faltaría más. Pero, por favor, por respeto y sobre todo por pura practicidad, procure que su religión, sus emociones, sus opiniones, su ubicación y su ideología, no escupan sobre los bienes más preciados de nuestra especie. Más que nada porque si está leyendo esto usted también es humano e imagino que, como todos, desea seguir viviendo lo mejor posible. Y ya, como petición personal, por favor, tenga un respeto por el bien más preciado de los de mi calaña: la libertad. Que también la quiero para usted.
Sigo en mis trece: la gracia es ponerse de acuerdo.
Lo de ser de bandos, y llevar uniformes con insignias, es muy del siglo pasado.
¿Sería mucho pedir que en la primera década del joven siglo avanzáramos un poco y alcanzáramos, quizás, un poco más de civilización?