viernes, 15 de junio de 2012

Viajar al espacio

Más o menos cualquier ignorante estudiante de la ESO, cualquier mentecátodo aspirante a sueldo, cualquier matrimonio jubilado que pone a parir a los inmigrantes, cualquier encorbatado que ocupe un despacho, cualquier novia de futbolista o de torero, cualquier infeliz que duerme en la casa de Gran Hermano, cualquier habitante de una zona poblada con tele, sabe que vive en un planeta llamado Tierra.
De ahí a que seamos conscientes de ello hay un abismo.
Un abismo, por otro lado, perfectamente salvable mediante la educación, la transmisión de conocimiento y  la información.
Mi amigo Ángel una vez me propuso un experimento. Me obligó a detenerme y mirar al cielo, era de noche y el firmamento estaba en pleno apogeo, y tomar consciencia, al menos un poco, de estar viajando sobre una roca giratoria engranada a un enorme, desconocido, maravilloso Universol. Jamás he olvidado ese asombroso efecto. Y les invito a hacer lo propio. Dicen, lo explica Sagan en Contact, que un astronauta que observa la Tierra desde el exterior inmediatamente se percata de la estupidez de dividir a la Humanidad en países.

A través de twitter se me ha antojado lanzar la pregunta: ¿Viajar al espacio debería ser una prioridad? Las respuestas han sido escasas, y provenientes de amigos que comparten ideales cercanos. Mientras tanto no paraban de aparecer en pantalla mensajes sobre Mariano Rajoy, el rescate de Bankia, el Sónar  y  los detenidos a causa de los últimos acontecimientos en Barcelona. Todo muy interesante, importante y de actualidad. Así que presumo que, al no contestar, mis compañeros twitteros consideran que, ni remotamente, viajar al espacio es una prioridad. Las respuestas recibidas, han apuntado, la mayoría, a que la prioridad es resolver los asuntos terrícolas.
Pues vamos apañaos, me digo. 

A día de hoy, nada nos indica que vayamos, en breve, a superar obstáculos que por lo visto impiden que el Ser Humano dedique su tiempo y energía a investigar y desplazarse a través del Universo. Hemos ido a la Luna, hemos lanzado sondas, tenemos satélites rondando sobre nuestras cabezas, hemos tratatado de investigar el sistema solar, y a la vez hemos combatido entre nosotros como verdaderos cafres, hemos sostenido una jerarquía económica insalubre, hemos agujereado la capa de ozono...Una cosa no quita la otra, como vemos.

Pero nuestro ombliguismo es cada vez más patente. Cuanto más grande se nos aparece el mundo, más pequeños queremos hacernos. Los nacionalismos están a la orden del día, con su particular abanico de insensateces egocéntricas, medievales, tribales, icansables en la búsqueda del enemigo que tan llevadero hace el propio malestar.

Ante un panorama descerebrado, la ciudadanía intenta recuperar a marchas forzadas lo que un día se dejó robar. Concentran sus esfuerzos en devolver la dignidad a la organización social. El Capitalismo vive sus últimos días tal y como lo conocemos, y los ladrones arramban con todo lo que pueden, por si acaso. Ninguna nueva ideología nace para revolucionar nuestras mentes, si no que se trata del sálvese quien pueda, para mayor o menor fortuna de la Humanidad en general.

Y como no sabemos mirar más que un par de metros en adelante, a nadie se le ocurre que este planeta y nuestra especie van a seguir aquí, o eso espero, cuando nosotros ya estemos disfrutando de una pensión o, por el contario, a un pie de la tumba (sin sanidad, sin hogar, sin pan). 

Miren: No comprendo como desperdiciamos nuestro cerebro, nuestro tiempo y nuestro esfuerzo en solucionar los problemas que nos imponen otros con sus malas gestiones, ya no de lo público, si no, también, de lo privado. Creo que sería mucho más rápido, efectivo y radical, dedicar nuestras neuronas a buscar nuevas alternativas sociales, políticas, económicas y morales.

Si no es así, nadaremos siempre entre la mediocridad más absoluta, en la miseria intelectual, en la injusticia y la esclavitud. Y jamás podremos hacer lo único que creo que hemos venido a hacer: explorar, crecer, expandirnos.

Estamos en pañales en cuanto a viajes espaciales. Y es vergonzoso. Cantidad de nuevos materiales podrían estar transformando el modo en el que conseguimos la energía, por ejemplo. La consciencia de un espacio mucho más amplio podría estar transformando nuestra visión sobre la especie. La posibilidad de establecer colonias en otros planetas podría estar animándonos a experimentar con nuevas formas de organización.

Pero aquí estamos, apretujados.

Viajar al espacio no es una prioridad.

Qué pena, oigan.



miércoles, 13 de junio de 2012

Rescates

Vivo en un rincón del planeta que parece un enorme ombligo. Me atrevería a decir incluso que vivimos en un planeta formado por enormes ombligos, no el de cada cual, si no grandes ensaimadas de carne en espiral maquilladas con los colores de un equipo. Esta visión me produce escalofríos, el ombligo es la parte del cuerpo que menos me gusta. Le tengo manía, desde pequeña. Digamos que es mi antifetiche.
Consideraciones físicas a parte, esta semana me llaman la atención varios temas.

-Rajoy: Es ese hombre de escaso atractivo que dice ser mi presidente, al que no he elegido y que representa unos valores tan anticuados que me parece de otro siglo, de otro mundo. Vi la rueda de prensa en la que transformó en línea de crédito un rescate. Los juegos de palabras me apasionan, es un gran deporte. Tanto tiempo esperando a que me rescate un príncipe azul, como para que venga una rana e invite al charco a cerdos y buitres. Un despropósito. Además tuve la suerte de ver el paripé en buena compañía, que hace el peso más llevadero. Hay un mundo paralelo que se está desarrollando al margen de las artimañas de quienes pretenden seguir viviendo a costa de un sistema organizativo que a todas luces está dejando de ser útil, incluso para los que lo han disfrutado. Hay gente que vive al margen con valentía e imaginación. Los negocios de alta competición, esos movimientos económicos descritos en jeroglífico, ese juego de reglas complicadas y flexibles según el interés de los jugadores, debería ser puesto seriamente en duda, revisado y sustituído por otro más efectivo.

-La Caridad: Es esa actividad que calma los síntomas de un desastre, pero que no corrige el error. No digo que no sea importante ayudar al prójimo en los malos momentos, pero rescatar a la princesa del dragón no hace desaparecer a la bestia. Unirse, organizarse y superar las trabas es una buena actitud, pero no resuelve nada. Al carecer de verdaderas propuestas a las que pueda adherirse cualquiera, nos reunimos en pequeños grupos para esquivar los puñetazos. Pero las hóstias siguen cayendo. Y es tan provinciana nuestra mentalidad, aún, que sucumbimos ante el agradable espejismo de lo inmediato. Héroes y heroínas vestidas de mojigatas dan jarabe y ponen tiritas. Encomiable labor. Un aplauso, un premio, unos minutos de televisión. Y mañana un sillón en un buen despacho. Y la rueda no se detiene.

-Antisistema: A través de la prensa nos han lanzado esta palabreja, de modo que ahora cualquiera que se plantee el sistema organizativo que padecemos pasa a ser inmediatamente eso (o perroflauta, que yo creo que es un insulto directo y es un adjetivo al que jamás de los jamases me adscribiré, que una será pobre y desgraciada pero aún le queda estilo) Ahora una persona que protesta es antisistema. Y eso, perdonen, es una chorrada. Porque esa persona, hasta donde yo llego, suele consentir varias de las premisas bajo las que evoluciona nuestro sistema: tiene coche, tiene hipoteca, va a la universidad, anima a un equipo de fútbol, juega a la democracia, tiene todos los electrodomésticos y adminículos de "última generación", le gusta una determinada marca y quiere ser un individuo aprobado por la sociedad. El sistema no sólo son corbatas y votos, chalets y corruptelas. El sistema ha ido desarrollando unas costumbres a las que estamos tan arraigados, que nos resulta imposible ver más allá del ombilgo: imaginar otras maneras de hacer las cosas. Por que si las imaginamos y damos con una idea más justa, si perdemos por el camino nuestra percepción de lo que nos hace un buen ciudadano, pierde la gracia. Antisistema no somos nadie, salvo algún eremita que haya decidido apartarse del mundo, siento desmontar la fantasía de los mayosesentaocheros. De aquellas fechas, que se sepa, no salió gran cosa. La euforia colectiva es un placebo. Los cambios o son profundos y duraderos, o transforman por completo las costumbres y señalan nuevas direcciones, o no son más que ilusiones de adolescentes que, antes de hacerse adultos y aspirar a ocupar un lugar aceptable, quieren correrse una juerga para poder contar batallitas. Siempre estaremos bajo las normas de un sistema u otro, no tenemos más remedio que hacerlo para convivir. Conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí. Eso es el sistema.

No hace falta luchar contra algo que ya se está derrumbando por sí solo. Señalar los errores no es lo mismo que corregirlos. Paliar los daños no es lo mismo que encontrar la cura. Guillotinar a los supuestos culpables no hará morir a la bestia. Escondernos tras las piedras de nuestro país no hará encogerse al planeta. Un título no es garantía de vocación. Un puñado de tipos con pantalón corto cobrando una millonada no representan ningún valor moral imprescindible. Estar en contra de algo no conlleva estar a favor de otra cosa. 

Sigamos estrujándonos el cerebro. Puede que algún día nos atrevamos a pensar más allá de la ensaimada de carne.