martes, 17 de mayo de 2011

YES, WE CAN'T

A riesgo de que ustedes calculen mi edad, y ya les digo que no los aparento, les diré que yo nací y Franco la palmó. Mi generación nació con la democracia, de manera que cuando tuvimos edad de votar la democracia no era un sistema organizativo si no algo que venía a esconder un miedo feroz al pasado, un bastión, algo sagrado. El pestazo de la guerra civil aún se olía en los hogares. Hermanos muertos en manos los unos de los otros, infancia perdida, hambre, miseria, sangre, muerte y todos los horrores de una guerra. Y luego llegó la democracia con aires de libertad. Y todo el mundo mordió el anzuelo, porque seguro que era mejor que estar en manos de un enano mafioso. Pero este país perdió una guerra y se comió la dictadura con la boca abierta; la democracia comenzó a tener cuerpo cuando Franco estaba moribundo. Nadie derrocó al dictador. Simplemente no había otro para sustituirlo y se buscó la mejor manera de continuar organizando el país, una vez muerta, y bien muerta, la República, que ha sido la verdadera víctima de todo este proceso. Yo me perdí, por suerte, una guerra sangrienta y era demasiado pequeña para opinar durante la construcción de esta democracia monárquica que se sacaron de la manga. Ahora ya no soy una niña y puedo pensar y opinar y darme cuenta, con mayor o menor acierto, de cómo funciona el mundo que me rodea. Puedo empatizar con la lucha de los humanos que pisaron antes que yo este suelo, pero mi empatía no alcanza para sentirme uno de ellos. Yo estoy aquí y ahora y me preocupa el futuro de la humanidad, no su pasado. Así que no me sirve el discurso de la Democracia como una victoria a defender y a mantener. Con esto quiero decir, hablando en plata, que poco más o menos me la suda la idea progre de la Democracia como Santa. Y menos cuando esa maravillosa democracia, o mejor dicho, las personas que están al frente, en las que delegamos, están claramente al servicio de empresas, están al servicio del dinero y no del pueblo, que es lo que debería de ser según su estricta definición. O sea yo percibo que esa gente que cobra un sueldazo y tiene un montón de privilegios me toma el pelo. Y no pienso consentir.
Si la Democracia es, de acuerdo común, la mejor manera de organizarnos que se nos ha ocurrido y mientras nadie invente otra mejor, que seguro que la hay, yo estoy de acuerdo. Mientras se mantengan unas premisas básicas, lo estoy, vamos. Y esas premisas básicas, en mi opinión, son las que afectan a cada individuo de igual manera, esto es: salud, vivienda, trabajo, conocimiento y mantenimiento del entorno. Si eso está en su sitio, todo lo demás se puede hablar. Miro a mi alrededor y lo primero que veo son recortes sanitarios con la excusa de la crisis. Y yo pienso que podrían recortarse ellos algún órgano que no usen, ¿me explico? Quitar dinero del sistema sanitario antes de bajar sus sueldos, prescindir de lujos o apretar a las grandes empresas, es casi un crimen contra la población. Con eso ya deberíamos tener bastante. Pero hay más. Las viviendas son caras y de mala calidad. Se nos anima a comprarnos pisos a precios desorbitados para mantener un sistema que cada dos por tres hace aguas. El trabajo escasea y está mal pagado. Y encima me salen con una Ley que favorece las mafias culturales y la retención del conocimiento. Y para colmo nadie, en ningún país, hace nada por generar energías alternativas al petróleo, que es contaminante, es efímero y está en manos de locos fanáticos que se pelean entre sí.
Oigan, yo me veo incapaz de votar en estas condiciones. ¿A quién voto?...si todos son iguales, el mismo perro con distinto collar. A estas alturas serían más honestos si nos dijeran lo que realmente votamos, a qué empresas, a qué famílias, a qué marcas y así podríamos elegir quién nos estruja realmente.
Yo no voto porque me da náuseas y una pena tremenda que el ser humano no sea capaz de mirar más allá de sus narices. Yo no voto a mafias, no voto a empresas, no voto al dinero. Votaría, si es la manera de organizarse,  a la gestión. Y para eso, desde mi punto de vista, no se necesita tanta campaña circense con frases de anuncio de dentífricos, ni estrellas del pop con corbata. Para dar mi voto necesito saber que esos gestores en los que confiamos nuestra organización son conscientes de lo que somos y de donde estamos. Somos seres humanos, una especie única que sepamos, y estamos encerrados en un hermoso planeta, único que sepamos. O empezamos a pensar en términos de humanidad y planeta, o esto se va a la mierda en dos telediarios.
Yo no voto porque el papelito en el que marco una cruz ya no significa, si alguna vez ha sido así, que me inclino por una manera de hacer las cosas, si no que es una moneda, una ficha del Monopoly, que da poder a unos u a otros, que apoya no unas ideas si no unas determinadas asociaciones previas entre empresas, religiones, familias que desean mantener su estatus a costa de la población general.
No voto porque soy un ser humano libre y hago lo que creo mejor y más acertado, y empleo la abstención como modo de protesta, porque eso de que si no votas pierdes el derecho a opinar o a quejarte es una falacia y está demodé. No voto porque yo no sé jugar a este juego. No voto porque no me parece que eso de sentido a mi vida. No voto porque nadie me representa.
Es así de triste.

Un sistema de sanidad digno y eficiente.
Viviendas asequibles, cómodas y duraderas.
Energías renovables, gratuitas y eternas.
Trabajo agradable, bien remunerado y útil.
Acceso al conocimiento sin barreras de ningún tipo.
Para toda la humanidad.

O eso, o nada.
Si quieren mi voto, tendrán que empezar a trabajar en ese sentido.



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